El sacrificio de un ciervo sagrado (2017)

El director de esta película nos plantea un interesante interrogante: ¿Qué tan lejos podemos llegar por salvar la vida de un miembro de la familia? Y antes de que digan "¡Yo haría lo que fuera por salvar la vida de un familiar!", el director contrapregunta: ¿Mataría a un miembro de su familia por salvar la vida de otro miembro de la familia?

Irreconocible Alicia Silverstone. (Sobretodo porque, aunque breve, hace un papel muy bueno).


Bajo esta premisa arranca la cinta que nos cuenta la historia de un eminente cirujano quien tienen una amistad con un niño de 16 años, que le cambia dramáticamente la vida.


Hay una expresión llamada "Suspensión de la incredulidad", y hace referencia a ese límite entre lo creíble y lo no creíble en la que se mueven las obras literarias, teatrales y cinematográficas, y que le pide al espectador que, aunque sabe que lo que está presenciando no es real, crea en ellas. 


Denle el Oscar a este muchacho, muy pasada su actuación.


Todos sabemos que no hay autobots del espacio exterior o monstruos que necesiten de los gritos de los niños, pero aún así asumimos como ciertas ciertas premisas con el fin de disfrutar una historia. Una especie de "Por favor, engáñenme pero diviértanme".  Esta película en particular, como todas las de Yorgos Lanthimos, su director y escritor, nos obliga a tomar como verídicas ciertas situaciones que escapan al sentido común y a la lógica, pero si aceptamos este principio podemos meternos en la historia del cirujano y su dilema moral.


La cinta visualmente recuerda a Stanley Kubrick y, más exactamente, Eyes wide shut, Nicole Kidman incluida.


No apta para estómagos sensibles, es como una poesía triste que no te deja enseñanza, sólo vivencias.

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